Que banal suena la poesía de tu boca,
lastimosa pero indómita,
perpetua tónica de humo y farandula,
Me ahogas.
Me haces crepitar.
Me agrandas el camino, cerrándome las puertas.
Floto en el humo, y caigo de golpe, y me agolpo en el último tren que dejaste alcansancio,
el cansancio de la vida, el camino necio hasta la tumba, que ni aprovecho ni perseveras.
A piñon.
Enarbolada, mi voz
rompe tu silencio.
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