Y besábamos las manos de nadie,
oíamos el rugir del aire, en medio
de a saber que cruel vínculo entre
el infierno y tu cuerpo...
Rompí tabúes,
En chándal, te miraba en el techo
y confundía contigo, la delicadeza
del humo.
¿Te acuerdas?
Nunca estuviste en mis mañanas a tientas entre tintos, tonterías y trampas...
¡Eh! Que ya volverá esa alegría del principio, que volverá la poesía, porque la veo brotar en tus ojos, y tus ojos, son nuestros...
cómo los hijos...
¿Dónde estamos si en ningún sitio nos sentimos llenos?
Ni a base de litros ni de psicofármacos...
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